El arte de enseñar                                                             La sociedad panameña reclama una educación de calidad Ricardo Arturo Ríos Torres

 

La sociedad panameña reclama una educación de calidad, hoy a los educadores atomizados por intereses gremiales solo les preocupa la lucha salarial.

 

El arte de enseñar lo ignoran la Universidad de Panamá, la Normal Juan Demóstenes Arosemena y los centros universitarios con los cursos de docencia superior.

 

Mi vida como educador se enriquece desde mi escuela primaria con Otilia Garay, Ángela Fernández, Berta Rodríguez estelares pedagogas. El Instituto Nacional me aporta la experiencia de Ricardo Jaén, Pedro Ayala, Arturo Wolfschoon, Raquel de Allen, Ángela Herazo, César De León, Tobías Díaz, Pablo Pinilla y Damián Carles con una capacidad didáctica sin parangones.

 

El Nido de Águilas me orienta en las Humanidades y en el sentir patriótico que sustenta mi protagonismo en La épica de la Soberanía y en la escuela de ciudadanos de la gloriosa Federación de Estudiantes de Panamá.

 

La Casa de Méndez Pereira con catedráticos excepcionales como Rafael Moscote, Ángel Rubio, Carlos Manuel Gasteazoro, Antonio Altamar, Vicente Bayard, Raquel De León, Nidia Cardoze me fortalecen con los principios básicos del Arte de Enseñar.

 

Rafael Moscote es la intelectualidad de vanguardia. Ángel Rubio, el pionero de la geografía científica panameña, es el modelo a seguir en la metodología funcional y en el poder de síntesis a través de las sinopsis. Antonio Altamar precisa los criterios de la supervisión y evaluación profesional indispensables herramientas del proceso de enseñanza-aprendizaje.

 

Raquel De León y Nidia Cardoze me nutren con los fundamentos esenciales del saber geográfico. Vicente Bayard es el mentor de los ideales pedagógicos del docente como consejero emocional de los estudiantes. Bayard expresaba: nunca dejen espacios vacíos en los exámenes, sean creativos, si ignoran las respuestas hagan alusión a temas afines.

 

Carlos Manuel Gasteazoro, fundador de la Historia científica panameña, deja huellas inolvidables en la honestidad académica y en el ejercicio del oficio de enseñar.

 

Una tarde, después de una reunión con los dirigentes de las asociaciones federadas en el Nido de Águilas, llego al aula de clases con la emoción de un encuentro de lealtades.

 

Gasteazoro analiza los movimientos sociales en la América criolla, lo interrumpo con una pregunta puntal. Carlos Manuel se queda en silencio, luego, él responde con humildad: no sé. Y agrega, en dos semanas luego de investigar daré la respuesta. La lección socrática nos marca. Solo sé que nada sé.

 

Soy fundador del Instituto José Dolores Moscote en 1956 como bibliotecario, gano la posición en concurso, estudiaba Bibliotecología. Julio Pinilla es el primer director, llega con las vivencias del Instituto Nacional; allí laboran profesores ejemplares.

 

José Lisímaco Castillo, profesor de Español, visita la biblioteca en las horas libres, en esos tiempos era dirigente de la Generación del 58. Los diálogos son sobre literatura, política, filosofía y educación. Al graduarme de profesor de Geografía e Historia, me nombran en el Colegio Ángel María Herrera de Penonomé.

 

Lisímaco me explica cómo es la comunidad, su historia, clases sociales, tradiciones, el devenir político. Las tierras del Zaratí están vinculadas a las encomiendas españolas y sobre todo con Victoriano Lorenzo; mi consejero es acertado en el perfil psicológico de la población y tengo una comunicación efectiva con ella.

 

Mi docencia en el Ángel María Herrera y correspondiente acción pública es de trascendencia. Las amistades son invariables y me identifico con los penonomeños. Soy del Cerro Guacamaya y La Angostura.

 

Lisímaco es de los pocos panameños que estudian a profundidad el marxismo y la dialéctica histórica. La izquierda fundamentalista lo persigue, como ocurre con Domingo H. Turner, fundador del Partido del Pueblo.

 

El profesor Castillo es mi guía al incursionar en las letras panameñas.

 

Lisímaco trabaja por muchos años en la Academia de la Lengua, es un erudito y cervantista, merece ser académico. Soy su amigo hasta su deceso. Un arquetipo para la juventud.

 

El Arte de Enseñar depende de la mística y vocación de la praxis, soy el ejemplo de una enseñanza aluvional, soy un orgulloso educador y mi éxito corresponde a los maestros que siembran en mí las ilusiones y metas por hacer de Panamá un país con justicia social y con valores éticos, cívicos y patrióticos.

 

ESCRITOR E HISTORIADOR.

 

 

 

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